jueves, 18 de agosto de 2011

Tener una primera impresión es divertido


Pero no hay que quedarse ahí.
Tener una primera impresión de alguien es divertido. Es incluso un reto. Te haces una idea de cómo es esta persona que tienes en frente y que no conoces. Lo juzgas por su ropa, sus gestos, su voz y poco más. Además, te permites el lujo de sacar conclusiones sobre su personalidad.
Para ser eficiente en las relaciones personales es tan importante hacerte una idea rápida de la otra persona como ser consciente de que puedes estar totalmente equivocado.
No estoy de acuerdo en que no es bueno juzgar a alguien por la primera impresión. ¿Por qué no? Es una manera de ver cómo funciona nuestro mecanismo “rápido” de selección personal.
Si tenemos este mecanismo de “identificación rápida” o de “prejuicio” es por algo. Ha sobrevivido en la evolución de nuestra especie porque nos ha sido útil en nuestro entorno. Nos ha permitido adaptarnos mejor que otros seres con menos capacidad de “intuición”. Básicamente me refiero a que esta característica ha sido, en términos generales, más beneficiosa que destructiva. En caso contrario, no estaría con nosotros.

Así que, si tenemos esta herramienta tan cuidadosamente desarrollada, ¿por qué no hacer uso de ella? Incluso ir un poco más lejos y no quedarnos sólo en la primera impresión. Con sutileza, comparar cuáles eran nuestras primeras impresiones de alguien con las posteriores. A veces es interesante darse una oportunidad y conocer mejor a esa persona que has prejuzgado. Nos podemos llevar muchas sorpresas. Por eso decía antes que es divertido.
Además, de este modo, no sólo conocemos mejor a la otra persona sino también a nosotros mismos.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Equilibrio

Pocas palabras definen tan bien nuestro paso por el mundo como la “búsqueda del equilibrio”.
Podemos mirar nuestra vida desde varios niveles y seguiremos encontrando el concepto de equilibrio por doquier. En la toma de decisiones, por ejemplo. Buscamos aquello que nos satisfaga, considerando las consecuencias positivas y negativas, hasta que llegamos a un equilibrio aceptable y entonces actuamos.
Si mi comportamiento se rige por algunas premisas, es por las siguientes, que considero universalmente válidas:
  1. Crear felicidad en ti y en tu círculo de acción.
  2. No crear sufrimiento.

Sin embargo, ni con estas estamos libres de tomar decisiones comprometidas. No siempre puedes cumplir la primera sin contradecir la segunda, o viceversa. Es ahí donde nuestro sentido común toma posesión (en teoría) de nuestros actos y donde necesitamos de nuestro mejor critero para encontrar ese equilibrio tantas veces huidizo.