viernes, 16 de julio de 2010

El Espectador Privilegiado


Cuando ves una obra de teatro, una película o cualquier otra representación de la realidad, por muy cerca que estés del escenario o por mucho que empatices con los personajes, no dejas de ser un mero espectador de una realidad externa.

Es importante diferenciar el actor del personaje. No es lo mismo hablar de Christian Bale que de Batman. Cada uno pertenece a un universo distinto.
Los personajes (que no los actores) de cualquier obra viven en un mundo que, desde nuestra realidad es algo ficticio pero que para ellos es algo tangible y perfectamente real. Ocurre que nosotros, los meros espectadores, lo vemos desde un nivel superior y no sólo sabemos que vemos una realidad que es externa sino que, además está conducida por un guión que dicta el comportamiento de los personajes.
Transportándonos al nivel de estos, ellos sienten que sus acciones y decisiones proceden de su propia voluntad, aunque los meros espectadores sabemos que no, pues un guión desde el nivel superior los condiciona.




Y, ¿cómo encaja nuestra vida en todo este planteamiento? Como personas de carne y hueso, en nuestro mundo real, ¿qué tenemos que ver con los espectadores mencionados?

Punto 1: Nuestro sistema de representación personal

Nuestro cerebro es un sistema de representación de la realidad, es decir, de los objetos, las personas y las situaciones que la componen. Por tanto, al igual que en una pantalla de cine se proyecta una película, en nuestro cerebro se "proyecta" la realidad que nos rodea.

Punto 2: Un personaje muy particular

Para una supervivencia efectiva, nuestro cerebro no sólo tiene que representar la realidad externa a él, sino que también debe posicionar a su "propietario", es decir, al "yo" dentro de esa realidad. O sea, en algún lugar de nuestra mente se está representando una realidad con unos personajes y situaciones con la particularidad de que nosotros somos un personaje en ella.
Podemos decir que dentro esa realidad, somos también un personaje con el maravilloso don del libre albedrío, pues hacemos y deshacemos a nuestra voluntad.

Por tanto, al ser el cerebro un sistema de representación de una realidad (como lo es una pantalla de cine donde se proyecta una película) y, al estar nosotros localizados en ella, irremediablemente nos convertimos en personajes de la misma.

Pero no queda ahí la cosa; en este punto ya nos habremos dado cuenta de que hay dos roles que a la vez interpretamos. Tanto actores como meros espectadores de nuestra propia película. O ¿acaso no tenemos conciencia de nuestras vivencias? ¿no las observamos como espectadores y personajes a la vez? Es como si en nuestra existencia estos roles coexistieran simultáneamente.

Las similitudes entre ese "yo" personaje con el personaje de una obra son inquietantes. Como se dijo antes, el personaje vive una realidad en la que él cree que sus acciones son producto de su voluntad. Al igual que nosotros, las personas de carne y hueso.
También sabemos que el comportamiento de ese personaje está dirigido por un guión ya escrito. En este punto hay quien dirá que aquí nos diferenciamos del actor pues nuestras acciones sí que las decidimos nosotros, que no hay un destino escrito porque nuestra realidad es "la buena".

Cuestión de suerte

Pocas veces nos paramos a pensar que nuestra vida es el resultado de dos loterías: la genética y el entorno. Y ninguna de ellas es producto de una decisión nuestra.
Tenemos los genes que nos corresponden gracias a unos padres que no hemos elegido, al igual que el entorno que nos rodea, en el que no elegimos nacer.

Simplificando, digamos que nuestra forma de ser en el momento presente es el producto de una serie de acontecimientos que nos han ido moldeando. Tenemos la ilusión de que algo que llamamos "nuestra voluntad" ha estado presente en todas las decisiones que hemos tomado desde que tenemos uso de razón y que todas ellas han ido creando unas circunstancias que nos han hecho ser quien somos.

Quiero hacer hincapié en la frase "desde que tenemos uso de razón", que denota un momento muy particular de nuestra vida que ocurre cuando tomamos la primera decisión por voluntad propia.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la primera decisión que tomamos por propia voluntad ya viene influenciada por nuestros genes y entorno, es decir, que dos elementos que no controlamos han sido determinantes para que tomemos la primera decisión de nuestra vida. Y no me refiero a que la decisión está influenciada en algún porcentaje por genes y entorno, sino que la influencia de estos es exclusiva y absolutamente determinante. O sea que, dependiendo de los genes y el entorno que haya tenido una persona, su primera decisión será de una manera u otra.
Por eso, ¿podemos decir que nuestra primera decisión es consecuencia de nuestra voluntad (o libre albedrío) si ésta es producto de algo no controlado, que no depende de nosotros?

Si nuestra primera decisión es producto de dos factores prefijados, me atrevo a afirmar que entonces esta pasa a ser también un elemento prefijado de nuestro carácter, en donde todavía no hemos visto la intervención del libre albedrío.

Por supuesto, si queremos buscar el momento en el que se "crea" la voluntad de uno no podemos asumir que ésta ya está ahí de alguna manera mágica. Lo cual nos llevaría a lo siguiente. La segunda decisión de nuestra vida, sobre la que creemos tener control, va a depender de lo siguiente:
-El entorno en el que nos vemos envueltos.
-Los genes que nos componen.
-Nuestra primera decisión.

Como hemos dicho antes, en ninguno de estos tres elementos está presente nuestro libre albedrío. Así que, siguiendo la manera de proceder, asumimos que la segunda decisión es un acto completamente determinista en función de los elementos de los que parte, o sea que, nada de libre albedrío por ahora.
De este modo podemos ir construyendo nuestro árbol de decisiones, que se encadenan la una con la siguiente y, por inducción podemos ver que en ningún momento encontramos una verdadera voluntad intrínseca a nuestro ser.
¿No se parece esto al guión de una película?

El espectador privilegiado

En este punto ya se puede introducir un nuevo rol: el espectador privilegiado; el de un mero espectador que observa una realidad donde las decisiones vienen ya escritas y, simultáneamente, puede entrar en ella e influir sobre las cosas. Este espectador privilegiado decide en qué nivel de conciencia se encuentra: puede despegarse de la realidad, ver que el personaje representante de su "yo" sigue el guión definido de acuerdo con lo anteriormente expuesto y a la vez, puede olvidarse de esto y vivir las experiencias como el personaje de una película.

Así es como veo nuestra existencia. Somos entes dotados de una conciencia que puede situarse en distintos niveles de observación. La mayoría del tiempo somos los personajes de nuestra película, actuamos en base a nuestra propia voluntad, con la ilusión de que controlamos nuestras acciones. Aunque cuando nos despegamos de ese nivel de realidad, cuando reflexionamos acerca del porqué de nuestras decisiones, comprendemos que nuestra personalidad o capacidad crítica se ha ido forjando poco a poco a medida de que escogemos una cosa u otra. Y todo tiene su origen en el caso base: la lotería genética y la del entorno.

En definitiva, en la obra de teatro que es la vida, somos unos espectadores privilegiados ya que, en un nivel vemos los acontecimientos de la misma y no tenemos control sobre ellos, mientras que en otro nivel (donde nos situamos la mayor parte del tiempo) decidimos, actuamos y sentimos como auténticos personajes.



2 comentarios:

  1. Hay gente para todo. Así que hay gente que se ha buscado las mañas para poder definir, fisiológicamente hablando, entre el momento en que tomamos conciencia de haber tomado una decisión, y el momento en el que nuestro cerebro actúa para mover los músculos adecuados y ponerla en marcha. Y al parecer, el cerebro toma la decisión un poco antes de dejarnos creer que la estamos tomando por voluntad propia.
    No sé si conocerías ya estos experimentos. Pregúntale a tu cerebro, que igual no te lo cuenta todo...

    En cuanto a nuestra escenificación en la vida, hay que tener muy en cuenta nuestro carácter social. Nuestro guión se reescribe dinámicamente a medida que vamos recibiendo la réplica de los demás (y recuerda que aquí, una vez más, es el cerebro el que se encarga sin que tú se lo pidas). Y de esa forma tendemos a no usar el mismo lenguaje con un compañero de universidad que con la chica de la tienda de fotografía. No supiste comunicarte con ella. Cualquier lenguaje de programación, pero nada que la pobre chica de la tienda en Marbella fuera capaz de reconocer ¡ay! Seguro que si le hubieras llevado galletas... ;)

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  2. "Y al parecer, el cerebro toma la decisión un poco antes de dejarnos creer que la estamos tomando por voluntad propia."
    Sí, estaba al tanto de ello y, aunque no lo mencione en este artículo, estos experimentos han servido de base para hacerme los planteamientos que me han llevado a pensar de este modo.

    En cuanto a que nuestro guión se reescribe dinámicamente, estoy completamente de acuerdo con una salvedad. Si miramos nuestra vida como un sistema donde las personas somos entes que reciben unas "entradas" y producen otras "salidas", comprenderíamos que hay menos azar y más determinismo en nuestro comportamiento. El problema es que trazar ese determinismo es algo impensable debido al ingente número de variables que forman parte del sistema así como a las relaciones entre ellas.

    También te doy la razón en que no supe comunicarme con la chica de la tienda de fotografía. Al final no se trataba de hacerle ver a la chica que yo llevaba razón o no, sino simplemente de conseguir mi objetivo. Y no fui capaz. Intentaré lo de las galletas la próxima vez, me ha convencido :D

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